Una historia de Día de Gracias para compartir con las y los jóvenes en sus vidas
por sayra pinto
26 nov. 2025
Al acercarnos al Día de Gracias, he estado pensando en las niñas, niños y jóvenes en nuestras vidas —
jóvenes que están creciendo en un mundo que cambia más rápido de lo que las personas adultas pueden interpretar,
jóvenes que hacen preguntas valientes,
jóvenes cuyas líneas de descendencia tienen una belleza y una complejidad que nuestras instituciones a veces no saben nombrar.
Escribí la historia que van a leer para ellas y ellos.
Y se las comparto a ustedes — las personas adultas en mi red — porque creo que tenemos una responsabilidad compartida de ofrecerle a nuestra juventud historias que sean verdaderas, generosas y amplias.
Quiero decir algo importante sobre por qué esta historia es significativa para mí.
Soy una inmigrante Terrenal — una persona con líneas de descendencia afroindígenas de las Américas cuya identidad nunca ha encajado en las categorías raciales estrechas de este país. Durante gran parte de mi vida, no existían las palabras para describir quién era yo o cómo vivían mis antepasados dentro de mí.
Así que las creé.
Creé la palabra Terrenal para nombrar a un pueblo cuyas historias, raíces y verdades encarnadas no estaban siendo sostenidas.
A partir de ese nombramiento surgió más claridad.
Creé la Política del Amor para describir la responsabilidad política que tenemos unas y unos con otros a través de la relación, el cuidado y la verdad.
Y creé el Futurismo Poético como una manera de construir el futuro desde el significado, la coherencia emocional, la verdad cultural y la imaginación.
Estas ideas no nacieron solo de la teoría.
Nacieron de la vida —
de la migración,
del trabajo comunitario,
del duelo y la reparación,
de la ceremonia y la memoria,
y de la necesidad de un lenguaje lo suficientemente grande para sostener todo lo que somos.
La historia que sigue nace de ese mismo lugar.
Es una historia de Día de Gracias contada desde la perspectiva de una niña de once años, escrita para jóvenes de todas las comunidades.
Les invita a imaginar un Día de Gracias basado en la verdad, la pertenencia y el amor.
Mi invitación es sencilla:
Por favor compartan esta historia con las niñas, los niños y jóvenes en sus vidas.
Léanla en sus mesas, en sus salones de clase o en los lugares tranquilos donde las y los jóvenes escuchan con su corazón.
“El Día de Gracias de Elena”
Hola. Me llamo Elena, y tengo once años.
Quiero contarles lo que pasó este Día de Gracias, porque no se pareció a ningún otro Día de Gracias que he vivido.
No fue de mentira.
No fue solo pavo y dibujos en la escuela.
Se sintió como… verdad.
Pero vamos desde el principio.
1. Estaba confundida con el Día de Gracias
En la escuela coloreábamos pavos y hablábamos del “primer Día de Gracias”.
Pero esa historia me parecía demasiado simple.
Demasiado ordenada.
Demasiado… incorrecta.
Mi familia es Terrenal — eso quiere decir que venimos de pueblos afroindígenas de las Américas.
Pero las historias de la escuela nunca hablaban de personas como nosotras.
A veces no sabía dónde encajaba.
Pensé que tal vez el Día de Gracias no era para niñas como yo.
Pero algo pasó que lo cambió todo.
2. Mi mamá me llevó al centro comunitario
La noche antes del Día de Gracias, mi mamá me dijo:
“Ven conmigo esta noche.
Vamos a un lugar diferente.”
Caminamos al centro comunitario — el de las puertas azules y el mural de estrellas.
Cuando entramos, me quedé congelada de sorpresa.
Había niñas y niños de todas partes.
Aiyana y su hermano
que son indígenas, encendiendo un ramito de cedro que olía a bosque.
Jamal
que es negro, trayendo pan de maíz calientito.
Mateo
que es Terrenal como yo, con un tazón de plátanos.
Mei y su prima
que son chino-americanas, sirviendo té en tacitas pequeñas.
Yasmin
que es árabe, con galletas de dátiles hechas con su abuela.
Lani
que es de las Islas del Pacífico, colocando conchas marinas en la mesa.
Lucía
que es latina, trayendo pozole y sonriendo como si ya supiera que algo especial iba a pasar.
Y Claire
que es blanca y dijo despacito:
“Estoy aquí para escuchar y ser una buena amiga.”
Las niñas y los niños corrían entre las sillas.
La gente reía.
El cuarto se sentía cálido — no solo de temperatura, sino de cariño.
Pensé:
“Tal vez este Día de Gracias sí es para mí.”
3. Nos sentamos en un círculo
La abuela de Aiyana comenzó la reunión.
Dijo:
“Esta noche, decimos la verdad.
No para hacer sentir mal a nadie,
sino para hacer espacio para todas nuestras historias.”
Entonces hablaron las niñas y los niños.
Aiyana dijo,
“Mi pueblo ha estado aquí desde siempre. La tierra nos recuerda.”
Jamal dijo,
“Mi familia enseña valentía, aun cuando las cosas no son justas.”
Mateo dijo,
“Somos Terrenales. No todo el mundo sabe lo que significa, pero lo aprenderán.”
Mei dijo,
“Mi familia vino desde muy lejos. Estamos construyendo hogar poquito a poco.”
Yasmin dijo,
“Mis abuelos tuvieron que dejar su país. Yo quiero que todas y todos se sientan bienvenidos.”
Lani dijo,
“Mi isla está lejos, pero mis historias siguen conmigo.”
Lucía dijo,
“Mi abuela cruzó fronteras por mí. Yo quiero que las fronteras sean más amables.”
Claire dijo,
“Estoy aprendiendo a escuchar para que mis amigas y amigos se sientan seguros.”
Y luego me tocó a mí.
4. Por fin dije la verdad
Dije:
“Quiero un Día de Gracias donde niñas como yo no desaparezcan.
Donde todas nuestras historias valgan.
Donde podamos ser quienes somos de verdad.”
Cuando miré alrededor,
todas y todos estaban asintiendo.
Sentí como si el cuarto entero me abrazara, sin que nadie se moviera.
5. La canasta de futuros
En el centro del círculo había una canasta tejida.
La abuela de Aiyana dijo:
“Esta es nuestra canasta de futuros.
Pongan algo que represente el futuro que quieren ayudar a crear.”
Una por una, las niñas y los niños agregaron:
una hoja de cedro
un pedacito de pan de maíz
una piedra del río
una hoja de té
un pedacito de galleta de dátil
una conchita
una cucharita de pozole
una rebanada de manzana
una nota que decía:
“Seamos personas que no apartan la mirada.”
Yo puse un papelito donde escribí:
“Un futuro con espacio para todas y todos.”
La canasta parecía un sol chiquito allí en el suelo.
6. Lo que aprendí
De camino a casa, miré las estrellas y pensé:
“El Día de Gracias no se trata de las historias viejas.
Se trata del futuro que queremos crear.”
Un futuro donde:
todas las historias tengan lugar
nadie se sienta invisible
digamos la verdad con cariño
escuchemos con atención
el amor sea algo que hacemos, no solo algo que sentimos
y donde las niñas y los niños también ayuden a construir el mundo
Por primera vez, el Día de Gracias se sintió real.
Y supe que ese era el futuro que yo quería ayudar a crear.
Con cariño,
Elena (11 años)
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